Reproduzco el artículo, publicado el pasado domingo, día 12, sobre Libella.
«Soy Ruth Utande, y Libella es mi tercera novela. En 2018 publiqué No me llames Olvido, una serie de relatos cortos basados en vidas reales, y dos años más tarde, Nadie a quien querer, la historia de tres generaciones de una familia gallega.
Me gusta contar relatos de vida, capaces de estremecer al lector, y sobre todo, conseguir que este sienta cada historia como suya propia. Actualmente estoy embarcada en una nueva novela, mientras desarrollo mi puesto de editora en la editorial 1000 Letras.
Libella (1000 Letras, 2023) surgió de una manera muy diferente a mis anteriores novelas. Su protagonista rondaba mi cabeza desde hacía mucho tiempo, a pesar de que me encontraba inmersa en otra historia. Tuve que posponerla porque esta fue adquiriendo forma, y quise darle voz sin demorarme más. Este libro es un camino doloroso de conciencia, pero también el primer paso de un viaje hacia una vida mejor.
Superar las devastadoras consecuencias de un vínculo materno dañino, no es fácil. Es más, exige un recorrido largo y tortuoso, y no se me ocurrió mejor idea que crear esta historia y describirlo a través de Irene, una niña, su protagonista absoluta.
No tuve ninguna duda de cual sería el título de esta novela.
Libella es una libélula diminuta, en latín, pero, al margen de ser un insecto precioso, es una ávida depredadora voraz de mosquitos y otros insectos. Sin embargo, en la mayoría de las regiones del mundo, libélula significa madurez y profundidad.
Una sola palabra que define a la perfección a dos personajes tan dispares: Irene y su madre.
Libella nos describe un hogar en donde los niños tienen que madurar muy rápido y asumir un papel que no les corresponde, pero al mismo tiempo huye de cualquier atisbo de dramatismo y autocompasión. Es una historia tierna y conmovedora, pero llena de esperanza y fuerza de voluntad.
A través de los recuerdos de Irene, conoceremos su difícil infancia en un hogar vulnerable y, aún así, seremos capaces de esbozar una sonrisa hasta en los momentos más dramáticos, gracias a su tierna inocencia. Solo será cuando Irene se convierta en adolescente, y más tarde en adulta, cuando decida seguir su camino y recuperar el control de su vida.
El escritor Robert A. Heinlein decía que: “Ser una madre es una actitud, no una relación biológica”, y esto es algo que ninguna progenitora debería de olvidar. Irene aprende a vivir con una madre egoísta y narcisista que, día tras día, le recuerda que no debería haberla tenido. La primera vez que escucha esa frase solo tiene siete años. ¿Cómo puede afectar al desarrollo emocional de una hija? ¿Cómo vivir con el pesar de que tu propia madre, que se supone que es la persona que más amor debe sentir hacia ti, no te quiere?
Y eso es de lo que trata esta historia. De una lucha permanente para que esos reproches continuos, que no te corresponden, no te acompañen durante toda tu vida. De cómo intentar sobrevivir en un hogar en el que tu propia madre te recuerda, desde niña, cómo le has frustrado su vida. Y de cómo puedes seguir adelante, y curarte del desamor de una madre.
Irene cambiará su percepción, a medida que el tiempo pase, pero no sin grandes dificultades. Ella, cuando es una niña, solo intenta justificar a su madre, ocultar sus problemas, mentir por ella y hasta disfrazar la realidad para que todo parezca normal. Porque ella la quiere. De verdad. Como solo un niño puede amar. Sin condiciones y sin medias tintas. Pero su madre no es como las demás y, a pesar de que se lo demuestra a cada momento, Irene sigue acompañándola y consolándola, porque cree que ella es la única que logra que no pierda la cordura, asumiendo un papel que no le corresponde.