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Adoro las leyendas paganas y religiosas. Devoro cada una de ellas porque siempre en el fondo termino creyéndome todo lo que cuentan. ¿O serán mis ganas de hacerlo? 

Asisto con desolación a la caída del gran carballo (roble) de San Antonio, hoy en horas bajas por el paso de los años porque ochocientos son muchos para sobrevivir lleno de energía. Un día, sin saber muy bien cuándo, empezó su historia:

Quiso San Antonio que creciese donde él hizo una parada en su viaje a Santiago de Compostela.

Y también quiso que lo hiciese con un gran agujero en el tronco. Lo suficientemente grande para que se pudiesen meter siete piedras grandes.

Y el árbol se convirtió en leyenda, transmitida de padres a hijos, hasta convertirse en un continuo peregrinaje de hombres y mujeres en busca de pareja e hijos.

Porque lo de introducir siete piedras dentro del agujero es mas que un juego de habilidad. Si lo consigues y buscas pareja, la tendrás y, si quieres aumentar la familia, nacerá un niño.

Y dónde descansarán ahora esos sueños? Rotos como el Carballo de San Antonio?

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