Reflexiones de Helena. Un día cualquiera…
Detestaba tener que pellizcarse, o hacer un leve gesto con la cabeza para asegurarse de lo que estaba viviendo era real.
Y sí, lo era.
Le había costado tanto llegar hasta aquí que a veces pensaba que no era posible. Pero lo era.
Tampoco le gustaba su humildad, esa con la que intentaba restar importancia a quién se empeñaba en recordarle lo arduo que había sido el camino recorrido.
¿Por qué no sentirse orgullosa?
¿Por qué no gritarlo a los cuatro vientos?
Todavía tenía miedo pero, si había sido capaz de allanar el camino aunque le hubiese costado media vida, eliminar esas pequeñas manías se antojaba tarea fácil.
Llegó su momento.
El mío también.