Leo esta frase de Mario Benedetti, y recuerdo a Leonor, protagonista real de uno de los relatos de No me llames Olvido.
Ella soñó una vida durante cuatro estaciones de metro. Y este fue su sueño:
Subió al vagón con su nuevo contrato firmado debajo del brazo.
Estaba radiante.
Durante el corto trayecto, fantaseó con la reacción de Mario al llegar a casa.
Conseguiría borrarle ese rostro gris del que últimamente no se despegaba.
La abrazaría, y sería capaz de darle la enhorabuena.
Le propondría abrir una botella de vino, y compartir una mirada cómplice que tanto echaba de menos.
Y, mientras escuchaba el nombre de su destino final, pensó que esta vez conseguiría cambiarle.
Quizá hoy sería posible.
Extracto de El Contrato.
No me llames Olvido