La visito en su refugio gallego, y tomamos un té, en su pequeño pero hermoso huerto.
Dentro de poco cumplirá 82 años.
Hace mucho fue mi profesora, hoy una gran amiga.
Hablamos de esto, y de aquello. De nuestras cosas pasadas, y de las que están por venir.
Como buena gallega me cuenta, con tono con nostálgico, lo rápido que pasa el tiempo, y lo poquito que le queda por disfrutar.
Sus ojos, de un azul casi transparente, me miran fijamente, y me dice tras una media sonrisa:
—Cuando me vaya solo me quedará un sueño por cumplir…
—¿Solo uno?
—Que Tomás no me haya llevado nunca a bailar.
Tomás es su marido.
Ese día celebramos su 90 cumpleaños.