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Y al fin… terminas. Tras meses y meses de trabajo, llega el momento esperado de poner la ansiada palabra: «Fin». Y, sin saber muy bien la razón, escribes «The End». Y por un momento piensas: «¡Genial!, es buena». Pero tras ese primer pensamiento, te empiezan a acechar las dudas, los temores y la incertidumbre. Pero los dejas al margen, y sigues hacia adelante. Ahora no es momento para eso.

El gran escritor José Luis Borges decía: «Lo peor de terminar una novela es enfrentarte al tedioso proceso de corrección». Y no sólo será uno, sino dos o incluso tres, hasta que al final necesitas terminar y cerrar. Y también rezar para no encontrar alguna errata despistada en la edición ya impresa.

Pero yo soy capaz de asumir todas las correcciones que hagan falta. A mí lo que más me cuesta es abandonar a esos personajes que sientes como propios. ¡Caray, eso si me resulta difícil! Tú les das vida y también se la quitas. Muchas veces no quieres pero no te dejan otra salida. No quieres despegarte de ellos pero debes hacerlo.

Ahora llega el momento más importante. Que el lector también los sienta como suyos. Solo ahí podrás decir:» ¡Genial! Es buena». Y no mirar hacia atrás.

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